Esta exposición didáctica Trascendiendo fronteras: 100 años del nacimiento de Eduardo Chillida, es un homenaje al reconocido artista español, Eduardo Chillida, bajo un formato que busca dar a conocer su trabajo al público universitario y escolar, pero también al público en general, a través de una breve selección de piezas. Las mismas son presentadas, mediante fotografías y textos, en seis módulos pedagógicos: una cronología, escultura, grabado y la serie “Gravitaciones”. Esta selección, además, establece ciertas narrativas desde las piezas mismas para provocar la reflexión y el diálogo entre quienes acepten dicho reto: Desde lo visual mismo y desde las circunstancias que, en cada caso, permiten difundir un sentido vinculante de las obras de este gran artista.
Eduardo Chillida (Donostia-San Sebastián, 1924–Donostia-San Sebastián, 2002) estudió arquitectura en Madrid antes de viajar a París y dedicarse a la escultura. Su formación previa en arquitectura subyace en la manera cómo estructura sus obras, en un concepto de límite en el que el espacio surge como una entidad a ser investigada en sus múltiples apariciones: como lugar, pero también asociado a determinados materiales, como el hierro, el acero, la madera, el alabastro, entre otros. Tanto en sus objetos como en su obra pública, el espacio es propuesto como un flujo, como momento entre dos situaciones, acaso desplazamiento de un vacío [ ] que se intuye existiendo entre los elementos e incluso como sonido y mobiliario de la naturaleza.
Sus esculturas iniciales en París fueron hechas con piedra y escayola, materiales útiles para estudiar la escultura arcaica griega que vio en el Louvre. En 1951, a su retorno al País Vasco, después de encontrar el hierro, se centró más en una definición moderna de volumen. Con el tiempo, usó también la madera y el acero. En la década de 1960, sus viajes a Grecia, Roma y otras ciudades italianas, así como a la Provenza en Francia, le facilitaron abrir su mirada escultórica hacia la relación entre la arquitectura y la luz. Desde la década de 1970, con su obra en el espacio público, integra su mirada escultórica al paisaje natural y urbano. Así mismo, pero también, a través del dibujo y del grabado, descubrir desplazamientos formales que, en 1988, juntan, en su serie “Gravitación”, su pasión por la música de Johan Sebastian Bach con el sonido del mar y de los diversos elementos de la naturaleza.