El buen lugar
La exposición El buen lugar consta de 16 pinturas de gran formato y 24 dibujos en técnica mixta de mediano formato realizados por el reconocido pintor Ramiro Llona, entre los años 2017 y 2024. Llona ha declarado, en más de una oportunidad, que para él creer en la pintura es un acto de fe. «Yo creo que el gran reto para mí radica en cómo plasmar una sensibilidad contemporánea sobre un soporte [la pintura] que con los años parece, en un sentido casi peyorativo, cada vez más tradicional», nos dice, en una entrevista de hace más de veinte años. De manera que no resulta difícil, me aventuro a decirlo, plantear que ese «buen lugar», al que hace alusión el título de la exposición, es la pintura misma.
Con más de cincuenta años en su experiencia de artista, Llona ha accedido a un lenguaje y a una factura, hoy por hoy reconocible por la fascinación que suscita el complejo equilibrio que logra entre gestualidad y geometría en cada uno de sus lienzos. Heredero y crítico de la pintura abstracta, de mediados del siglo XXI, tanto local como internacional, su aprendizaje personalseñala hacia procesos personales de ruptura e identificación progresiva con automatismos que detonan situaciones en la superficie de la tela. Por un lado, los «personajes» de sus pinturas que atienden al acontecimiento y al gesto crecen literalmente junto con la mancha. Mientras que, por otro, la geometría que la voz lúdica y autorreflexiva de sus títulos propone como ideal, pero también como sueño, invita a imaginar recintos. Ámbitos en donde el juego entre el «interior» y el «exterior» se resuelve en flujo y perspectivas ilusorias, líneas de fuga especulares y, en el caso de las pinturas, colores saturados que son capaces de atrapar al ojo más desprevenido. En este caso, el aspecto narrativo de sus imágenes surge a través de una exploración en dos o, incluso, tres zonas, cuyas secuencias de izquierda a derecha invitan a buscar relaciones. Flujos no lineales que hay que aprender a intuir e imaginar. Son composiciones que, en tanto unidades visuales, eventualmente, nos remiten a alguna cita visual tomada de la historia del arte occidental o, incluso, de sorprendentes esquemas pre-renacentistas.
En algún sentido estas obras de Llona, realizadas en los últimos ocho años, son evidencia de un proceso de trabajo que, al absorber el actual tiempo distópico, traslada, a su manera, el frágil equilibrio existencial de la época que nos ha tocado vivir a ciertas claves visuales mucho más estables y que obedecen a experiencias previas del artista. Llona que incluso fotografía, en algunos casos, los distintos momentos de una imagen, desde su primera aparición sobre el lienzo en blanco como mancha inicial hasta su acabado como escena terminada. Con ello, señala hacia la necesidad de ver este conjunto de obras como una exploración inconsciente, entre aquello que, finalmente estructura visualmente y una serie de imaginarios posibles. Entre la evidencia de lo real y la fuga de una ficción.
Augusto Del Valle Cárdenas
Curador del MAC — Lima.